- Principios para la construcción de la Nueva Escuela Mexicana y
la descolonización del curriculum. Documento para una discusión colectiva.
Introducción
- La 4T y la educación
- La educación de la 4T en la legislación educativa
- Formas de la negatividad en la comunidad
- Principios prácticos de la acción
a) La vida de la comunidad
b) Acuerdo y consenso de la comunidad
c) El principio de factibilidad
d) La articulación de los tres principios en la razón práctica y formación de la subjetividad - Sobre el método crítico y la descolonización del pensamiento
Introducción
El presente documento presenta un planteamiento general e inicial para las propuestas generadas en la Coordinación de Educación y Nueva Escuela Mexicana de la Secretaría de Educación, Formación y Capacitación Política del Comité Ejecutivo Nacional de MORENA.
Por la funcionalidad que intenta cumplir este documento en los futuros trabajos realizados por la Coordinación, se aleja deliberadamente de un trabajo de elaboración teórica de los problemas prácticos que aquí se presentan. Por el contrario, debe ser considerado como un ejercicio de breve traducción e interpretación de los planteamientos que históricamente ha formulado y defendido el pensamiento crítico latinoamericano y que abren nuevos horizontes para pensar una educación orientada a la revolución de las consciencias. No por ello el documento es excluyente de otras teorías críticas (sociológicas, políticas, filosóficas, culturales) producidas desde otros horizontes epistémicos que aspiren a contribuir desde las patologías del sistema dominante.
Así., las siguientes líneas deben ser entendidas como un saque inicial para continuar la discusión sobre la construcción de la Nueva Escuela Mexicana desde una perspectiva crítica y descolonial.
- La 4T y la educación
El 2 de julio del 2018 marcó un punto de inflexión en la historia reciente de México. Hay y habrá múltiples líneas de interpretación sobre lo acontecido en aquel día: ninguna agotará una explicación exhausta de lo ahí acontecido, de lo ahí representado, de lo ahí esperado, y de lo ahí logrado. No obstante, bien puede afirmarse que ese día la sociedad mexicana envío un mensaje masivo, claro y contundente: no más hacer las cosas que hasta ahora se han hecho. En efecto, se trata de un cambio de timón en la dirección del país, de una exigencia de cambiar el estado de cosas: de momentos de transición y transformación.
Así llega la 4T, lema que se ha quedado para referirse al periodo de gobierno delegado a Andrés Manuel López Obrador, presidente electo para el periodo 2018-2024. La cuarta transformación de México es la máxima aspiración de millones de mexicanos y mexicanas; es el tiempo en el cual nos exigimos apuntar hacia nuevas metas, nuevas aspiraciones, nuevas esperanzas; es un largo camino para reencontrarse con lo ausente: la justicia, la equidad, la igualdad, el respecto, la responsabilidad, la comunidad.
En este andar se trata también de encontrarse con una educación que parta de las necesidades prácticas, científicas, tecnológicas y sociales del país: una educación que sirva al desarrollo solidario, comunitario y fraterno de México. Una educación que asuma prácticas educativas democráticas para formar ciudadanos y ciudadanas democráticos; una educación que parta de las realidades históricas y sociales de las niñas, niños y jóvenes mexicanos para que se habitúen a pensar su realidad, y también recrearla y transformarla. Una educación que se vea más allá de los límites de los centros escolares y que muestra sus alcances con el vecindario, con el municipio, con el estado, con el país y con la comunidad de comunidades internacionales.
Una educación que haga partícipe a los padres y las madres de familia en la medida de sus capacidades; que valore la actividad de los maestros y maestras, de los trabajadores que operan a diario los centros escolares, de los directivos escolares, de los directivos de zona. Una educación en la cual los actores que diseñan las directrices del sistema educativo asuman un compromiso con una educación que tenga como fin la restitución de la comunidad. Pues una comunidad cuyos lazos que la unen se han roto, es una colectividad que no podrá desenvolverse plenamente, ni autodeterminarse.
Esos lazos no son otros que los lazos éticos y morales necesarios para toda colectividad humana que se quiera preciar de ser una comunidad. Del cómo se ausentó la ética y el cumplimiento de exigencias morales en nuestro mundo contemporáneo, es algo sobre lo cual aún queda mucho por relatar desde diferentes narrativas, el hecho hoy es que la comunidad mexicana está fragmentada: la fragmentaron y se fragmentó.
Hoy en día, la injusticia, la violencia, la falta de respeto, el individualismo, la eliminación del otro y de la otra, la irresponsabilidad con el erario público, la indiferencia con la trabajadora, con el trabajador, con el campesino, con la campesina, con el distinto, con la distinta, con los pueblos originarios, han creado las fronteras sobre las cuales se entiende que México se haya roto como comunidad.
Si la efectividad de un tipo de educación se mide por generaciones, entonces está claro que la educación que se le ha ofrecido a los ahora adultos que en su momento fueron niñas, niños y jóvenes, ha fracasado. La fractura de la comunidad es la mayor evidencia de que la educación pública y la privada no han sabido responder a las necesidades de la colectividad del país. Esta evidencia opaca, y opacará, cualquier logro individual que se pueda presumir como reflejo de una sociedad.
Si una educación no puede contribuir a la formación ética y ciudadana de los niños, niñas y jóvenes, es una educación que tiene que cuestionar su acción pedagógica. Si una educación no contribuye a la formación sobre las bases del buen vivir con nuestros semejantes y con la naturaleza, es una educación que coloca los escalones para el suicidio colectivo.
Frente a esto, no puede eludirse una reflexión sobre la educación involucrada en esta fractura de la comunidad. Ciertamente, la educación no puede ser considerada como la panacea a la solución de los problemas que atañen a toda una sociedad, no obstante la educación tiene una función social, y ella es la de direccionar una formación pública, común para todas y todos, en una comunidad.
En esta medida, frente a las prácticas negativas indicadas anteriormente, debe preguntarse desde la educación que se ha ha hecho y dejado de hacer para no lograr formar ciudadanos con sentido ético, con un sentido que procure por el fortalecimiento de los lazos comunitarios, que tengan un sentido de responsabilidad hacia la otra, hacia el otro, y hacia la naturaleza.
Esta reflexión debe hacerse no sólo desde el seno de los procesos educativos escolarizados, sino igualmente desde los propios planes de formación de profesores, desde las acciones y omisiones de las autoridades educativas federales, estatales y municipales, desde los propios actores y asociaciones que se han involucrado en el diseño de las políticas educativas en los tiempos recientes, desde los legisladores que promueven y promulgan la legislación educativa, desde la agenda educativa de los partidos políticos. Desde todos estos actores se deben reflexionar las acciones y omisiones que se han hecho en el sector educativo del país.
Ahora bien, dado el contexto social actual se entiende que una revolución de las consciencias es necesaria y urgente. Se trata con esto de realizar una revolución en la consciencia pública, de construir un nuevo sentido común que nos permita convivir como comunidad. Una revolución de las consciencias exige, por ende, pensar en una educación diferente a la que los representantes del eficienticismo, del productivismo y del gerencialismo se empecinaron a implementar en la educación; que volteé los ojos nuevamente hacia los problemas urgentes de la sociedad mexicana y que se imponga la urgente necesidad de ofrecer y aportar soluciones a corto, mediano y largo plazo, si es que ella busca tener aún una función en la sociedad.
El siglo XXI está colocando muchos retos a la sociedad mexicana. Se ha colocado como un periodo que está exigiendo transiciones culturales en nuestras formas de consumo, nuestras formas de organizarnos, nuestras formas de relacionarnos con las otras, con los otros, de relacionarnos con la naturaleza, nuestras formas de educarnos, nuestras formas de pensar nuestras formas de actuar, nuestras formas de trabajar. En este mismo siglo, sin embargo, también vivimos una resistencia de los beneficiados del orden construido por el capitalismo contemporáneo y sus versiones más lacerantes. De aquí que, el camino hacia la transición no se dará sin tropiezos, sin errores, sin fricciones, sin resistencias del conservadurismo económico.
La educación que vea hacia adelante está a exigida a asumir la revolución de las consciencias como su aspiración a realizar en el largo plazo y colocarse en el corto y mediano a la misma altura que las transiciones culturales y sociales están exigiendo. Debe quedar claro: la educación de la revolución de las consciencias no puede ser la misma que la educación del periodo de la implementación del neoliberalismo.
Encontrar esta educación no es de ninguna forma un ejercicio que pueda ser logrado por una sola entidad o un actor educativo: es una búsqueda colectiva que sume los planteamientos surgidos desde la exterioridad del sistema educativo, desde los proyectos que han sido deliberadamente excluidos. Debe, de igual forma, asumir un compromiso con los sectores que no se han visto expresados en el sistema educativo del siglo XX, es decir, con los pueblos originarios, las niñas y niños, los jóvenes y las mujeres, la población con discapacidad intelectual y motriz y la población con discapacidad múltiple. Estos sectores que presentan especificidades de una atención pública deben ser considerados con toda la responsabilidad para una educación del siglo XXI.
- La educación de la 4T en la legislación educativa
Sobre los retos que la educación enfrenta desde el contexto mexicano no se han hecho esperar avances y trabajos ya en marcha. En esta dirección, en 2019 se aprobaron reformas al ordenamiento legal que rige normativamente los procesos educativos y el propio sistema educativo. De aquí surge el planteamiento de la Nueva Escuela Mexicana. El primer ordenamiento que se reforma es el artículo 3° constitucional (DOF, 15/05/2019), y los que se expiden posteriormente son la Ley General de Educación, la Ley Reglamentaria del Artículo 3° en materia de Mejora Continúa de la Educación y la Ley General del Sistema para la Carrera de las Maestras y los Maestros (DOF, 30/09/2019).
Algunos de los aspectos que pueden destacarse de este ordenamiento y que abre la ventana para la formulación de propuestas educativas para la Nueva Escuela Mexicana desde una perspectiva descolonial y crítica, se indican brevemente a continuación.
En el artículo 11 de la Ley General de Educación (LGE) se indica que “el Estado, a través de la nueva escuela mexicana, […] tendrá como objetivos el desarrollo humano integral del educando, reorientar el Sistema Educativo Nacional, incidir en la cultura educativa mediante la corresponsabilidad e impulsar transformaciones sociales dentro de la escuela y en la comunidad”.
De ahí se desprenderán los aspectos específicos del desarrollo humano integral (LGE, art. 12 ) de los cuales pueden resaltarse los siguientes: contribuir a la formación del pensamiento crítico, a la transformación y al crecimiento solidario de la sociedad, el diálogo entre las humanidades, las artes, la ciencia, la tecnología y la innovación como factor de la transformación social, el fortalecimiento del tejido social, la protección de la naturaleza, el fomento de la justa distribución del ingreso, combatir las causas de discriminación y violencia en las diferentes regiones del país, especialmente la que se ejerce contra la niñez y las mujeres, alentar las relaciones sociales, económicas y culturales con base en el respeto de los derechos humanos.
Lo anterior es reforzado con el artículo 13° (LGE) en el cual se establece el fomento de una educación basada en el respeto desde la interculturalidad, la responsabilidad ciudadana (sustentada en valores como la “honestidad, la justicia, la solidaridad, la reciprocidad, la lealtad [y] la libertad”), la participación activa en la transformación de la sociedad (empleando “el pensamiento crítico a partir del análisis, la reflexión, el diálogo, la consciencia histórica, el humanismo y la argumentación para el mejoramiento de los ámbitos social, cultural y político”) y el respeto y cuidado del medio ambiente así como la responsabilidad para la ejecución de acciones que garanticen la preservación del medio ambiente y promueven estilos de vida sostenibles.
Ejemplo de cómo la reforma del 2019 absorbe y cristaliza los tiempos actuales se deja ver cuando en la Ley General se establece el contribuir a la transformación y al crecimiento solidario de la sociedad (art. 12, I), el fortalecimiento del tejido social, la protección de la naturaleza, el fomento de la justa distribución del ingreso (art. 12, II), el combate a las causas de discriminación y violencia en las diferentes regiones del país, especialmente aquella contra la niñez y las mujeres (art. 12, III), la afirmación de la identidad dentro de una nación pluricultural y plurilingüe (art. 13, I), entre otros.
En esta perspectiva, en una educación basada en los tiempos actuales de transiciones sociales y culturales no basta la formación intelectual de las y los jóvenes, sino también la educación de las emociones, de la corporalidad, de los sentimientos, de la psique, esperando que esta formación se manifieste en nuevas prácticas y en nuevas relaciones sociales con los otros y las otras, con el medio ambiente, basadas en principios éticos universales.
- Formas de negatividad en la sociedad mexicana
Ahora bien, para entender el sentido que guarda la propuesta de una ética de principios, como la presentaremos más abajo, conviene recordar las formas de negatividad social que actualmente aquejan a la sociedad mexicana, las cuales han erosionado el tejido social, los lazos que han profundizado el deterioro social de la sociedad mexicana. Algunas de estas negatividades son: violencia a la mujer en todas sus formas, desde violencia verbal hasta física; el abuso y la violencia infantil; el incremento exacerbado de la desigualdad social, la exclusión del sistema económico y la explotación económica de los trabajadores; la destrucción de los lazos que unen el tejido social; el incremento de la violencia en el territorio nacional; el fortalecimiento de un sistema de corrupción política; la institucionalización de ésta; la institucionalización de un sistema político y jurídico de impunidad; la fetichización del modelo democrático representativo.
Ciertamente, la sociedad mexicana tiene muchas bondades, con capacidades colectivas y de solidaridad envidiables, con un profundo sentimiento de solidaridad internacional. Sin embargo, estas prácticas y sentimientos no han sido suficientes.
- Principios prácticos de la acción y la formación de una nueva subjetividad
El escenario esbozado nos encamina a pensar los principios éticos que deben asumirse como el eje de una educación para la revolución de las consciencias. Al menos pueden reconocerse tres principios elementales que orientan la acción pública de la comunidad: el principio de la vida, el principio del acuerdo de la comunidad y el principio de factibilidad. Estos tres principios son tan elementales que paradójicamente se les transgrede, y con la reiteración práctica e institucional de esa transgresión se llega a los efectos negativos, sean intencionales o no-intencionales que ahora sufrimos globalmente. El hecho es, sin embargo, que cuando se ven las consecuencias negativas del intento de transgredir esos principios elementales de la acción, es cuando se les voltea a ver. Por esta razón, es que nuevamente nos vemos obligados no sólo voltear a verlos, sino afirmarlos.
- a) El principio material de la vida
La vida del ser humano y la naturaleza son condiciones necesarias para el buen vivir y la convivencia de toda comunidad humana. Aun cuando esto parece una obviedad del sentido común, no lo fue ni lo ha sido para el desarrollo institucional contemporáneo influenciado por el neocapitalismo. En efecto, para este diseño institucional global lo que está en el centro de su acción es la acumulación de capital y la manipulación de la naturaleza como un objeto explotable. El criterio de sus decisiones, así, no fue ni ha sido la vida de la naturaleza ni la del ser humano, sino aquel de la acumulación infinita de capital. En esta lógica, el ser humano y la naturaleza son un medio para la acumulación de ganancias, y, por ende, éste es el fin en sí mismo.
Si bien una defensa férrea a esta lógica (la lógica de la competencia) por parte de sus representantes es que ella trajo avances importantes en el ramo de la ciencia y la tecnología a nuestro mundo contemporáneo, también es cierto que ella ha generado suficientes efectos negativos en la población mundial como para poner en cuestionamiento su avanzar y su idea de progreso.
De modo que ante ello que parece de la mayor obviedad posible, la vida del ser humano y la naturaleza para desenvolvimiento de la comunidad, no lo es para el entramado institucional actual. Es así que la sociedad institucionalizada contemporánea en su intento de transgredir un principio irrebasable ha generado efectos negativos que están amenazando la vida del ser humano y la naturaleza. Y es por esta razón que se hace imperativo no sólo recordar el principio material de la vida del ser humano y la naturaleza, sino tenerlo presente y asumirlo como una orientación que guía las acciones humanas y las decisiones institucionales.
En este principio, además, está ya incluida la vida como un acto que se vive en comunidad. Pues no se trata de pensar en la vida del individuo como un ser aislado de la comunidad, sino como un miembro de la misma y en la cual él tiene algo que aportar, en la cual él tiene algo en qué colaborar. De modo que frente a la máxima del “sálvese quien pueda” del capitalismo contemporáneo, necesitamos una máxima del todos debemos salvarnos con la cooperación de todos y todas, en la medida en que entre nosotros, entre nosotras, nos relacionemos de diferente forma con la propia naturaleza, quien es la fuente de toda riqueza humana.
- b) El principio consensual de la comunidad
Pese a las ilusiones occidentales que lograron, sin embargo, hegemonía en el pensamiento práctico y teórico durante el desarrollo del proyecto de la modernidad colonial, lo cierto es que ese individuo no puede entenderse sino es porque él está ya inmerso en una comunidad histórica y cultural, también institucional. El supuesto individuo está siempre ya siendo en comunidad, en medio de relaciones con los otros y las otras, y con la naturaleza, la madre tierra. De aquí parte la justificación del principio material, como se acaba de mostrar. Ahora tenemos, sin embargo, una condición complementaria a ese reconocimiento material de la comunidad de vida: el consenso y acuerdo entre los miembros de la comunidad.
En efecto, el acuerdo y consenso en la comunidad se hace visible cuando pensamos en las alternativas de las decisiones que los miembros de una comunidad tienen que hacer para sí. En la medida que las decisiones que se hacen en el seno de una comunidad afectan a los miembros de la misma, estos tienen que ser consultados y considerados en esas decisiones que afectarán su vida cotidiana y a largo plazo. Para ello se hace imperativo que los miembros de la comunidad tengan los medios y los mecanismos institucionales para que haya una participación simétrica de los miembros de la comunidad, los afectados de las decisiones públicas.
En ella debe haber, con ello, una participación deliberativa sobre los asuntos públicos de la comunidad y llegar a acuerdos sobre las acciones y decisiones. Esta participación simétrica, de igual forma, debe conducirse de forma organizada y llegar a decisiones que tengan validez entre los miembros de la comunidad. En otras palabras, se trata de llegar a decisiones colectivas que sean producto de una participación deliberativa en las cuales los miembros de la comunidad se vean expresados y representados, y alejar con ello los actos de la verticalidad política.
La exigencia del cumplimiento del principio consensual es la base de una democracia en la cual representante y representado puedan entenderse como miembros de una comunidad, en donde al primero se le delega el poder, mientras que el segundo no es un sujeto político pasivo, sino, por el contrario, la fuente de todo poder representativo.
Si se habla de poder representativo institucionalizado no es porque en la representación radique la sede del poder, sino porque en él se deposita temporalmente el poder que el representado no puede ejercer cotidianamente. Por esta razón delega el poder al representante, quien debe entender en esta lógica al poder como servicio y no como una profesión ni, mucho menos, como un negocio. Si existe un poder representativo institucional es por un asunto de factibilidad política, de vías que permitan llegar a decisiones de forma organizada.
De modo que, el poder representativo y su burocracia no es más que el producto de un pacto de delegar el poder al llamado representante, entendiendo a éste como un actor que está al servicio del representado, y no a la inversa. Por esta razón, una forma alternativa de llamar a la burocracia pública es el llamado servicio público. Así, también, lo contrario de una representación y burocracia despóticas es el servicio público.
Pensar que lo anterior no es viable ni posible es precisamente un acto de hacer propia la lógica política en la cual nos han metido los representantes de la lógica capitalista contemporánea, en la cual se coloca a la democracia representativa como el fundamento de la organización política compleja alejando con ello, lo más posible, al representante del representado. Por esta razón, los y las representantes populares quedan como rehenes y servidores de los intereses del capitalismo, deviniendo en una representación despótica, fetichizada: una representación que no sirve más a la comunidad.
De esta forma, la educación en el conocimiento y ejercicio del principio consensual de la comunidad es un elemento fundamental de toda educación democrática, de toda educación cívica y ética.
- c) El principio de factibilidad
Si bien hemos arribado al punto en el cual destacamos la necesidad de llegar a decisiones que sean producto de un consenso de la comunidad, ahora debe hacerse patente que no todo lo que se puede llegar a decidir de forma intersubjetiva es factible. Es decir, podemos estar en la situación en la cual haya habido una participación simétrica de los miembros de la comunidad, pero la decisión a la cual se llega afecta negativamente la vida del ser humano y la naturaleza y con lo cual se revela como no factible, ya que, como se vio anteriormente, ningún buen vivir en comunidad es posible sin la vida de nosotros, de nosotras, y de la naturaleza.
Este criterio de factibilidad sirve para mantener en los marcos de un realismo las decisiones colectivas, las decisiones institucionales y las decisiones de la aplicación de la ciencia y la tecnología al mundo social, pues aun cuando haya conocimientos cuya validez científica sea indubitable, su aplicación al mundo real puede revelarse como destructiva.
Por ejemplo, el uso del fracking para llegar a yacimientos de petróleo en aguas profundas es una técnica y tecnología que científicamente cumple con todos los cálculos de la física, la química y las matemáticas aplicadas, sin embargo, el empleo de ella en el mundo real es perjudicial para el medio ambiente y la naturaleza. De esta forma, el empleo del fracking se hace no factible para el mundo real, aun cuando cumpla con todos los requerimientos del conocimiento científico. Así, se debe descartar la técnica del fracking para la extracción del petróleo. Y más aún, se deben buscar otras fuentes de energía mediante técnicas que no socaven la vida del ser humano y la naturaleza.
La relevancia de la afirmación del principio de factibilidad radica en que la ideología hegemónica de mercado olvidó analizar la factibilidad de sus acciones y decisiones. O mejor dicho, fue, nuevamente, la acumulación de capital su único criterio de acción para analizar y determinar si sus acciones eran viables. Al eludir el principio de la factibilidad, el neoliberalismo se hizo destructivo, se ha convertido en amenaza de la sobrevivencia humana y de la naturaleza. Al atentar contra las dos condiciones irrebasables que lo podrían hacer eventualmente posible, el neoliberalismo se ha vuelto autodestructivo, y en esta amenaza para sí mismo, se está llevando a toda la humanidad. La realización de las imaginaciones de la ideología de mercado se ha develado claramente como no factible para la comunidad humana.
Decidir y actuar colectivamente conforme a los criterios de la factibilidad es también un imperativo ético, pues una acción que atente contra la vida del ser humano y la naturaleza es un acto de irresponsabilidad que les da la espalda, que los niega como fuentes de toda riqueza humana posible. Frente a ello, no hay más que restituir el principio de factibilidad en la acción y las decisiones colectivas, pues ella nos recuerda que no podemos atentar contra la vida de la comunidad de vida histórica y cultural. Esto se ve así sólo si hacemos una articulación de los principios prácticos que brevemente hemos descrito.
- d) Articulación de los principios en la razón práctica y la formación de la subjetividad
De lo anterior puede verse, en primer lugar, que hay al menos tres principios universales de la acción: material, consensual y de factibilidad. Los cuales no pueden entenderse de forma disociada, sino articuladamente. Los tres principios orientan las acciones justas, las acciones éticas, las acciones responsables con los otros, las otras y con la naturaleza.
La restitución de estos principios debe entenderse a la luz de la situación del deterioro social actual en México, en la cual los lazos comunitarios se han desquebrajado, en donde los ciudadanos fueron considerados no como actores de decisiones y acciones colectivas, sino como agentes de una maquinaria electoral que legitimara procedimentalmente la democracia representativa, misma que fue usada para acabar con las riquezas naturales de las mexicanas y los mexicanos y para la explotación irracional de la naturaleza.
Bajo estos principios, entonces, es que debe pensarse una educación que esté a la altura de los retos sociales del siglo XXI y de las transiciones histórico-culturales que está imponiendo. La formación de la subjetividad que se requiere para lograr un proceso de negación colectiva de la negatividad social, en la cual está inmersa la sociedad mexicana, no puede partir de los falsos presupuestos que la educación adoptó en el periodo neoliberal. Por el contrario, debe poner de pie lo que el capitalismo contemporáneo terminó de poner de cabeza.
Los tiempos de transición y la revolución de las consciencias tiene como reto la construcción y constitución de una subjetividad más humana y con sentido comunitario, y esto no puede hacerse sin tomar con seriedad a la educación.
- Sobre el método crítico y la descolonización del pensamiento
Ofrecer respuestas desde la educación a la problemática social actual mexicana es un asunto también de método. El método crítico parte no desde la positividad del sistema, sino desde su negatividad. Es decir, desde la negación de lo diferente: la diferencia social, cultural, histórica, política, económica, que ha sido negada por la totalidad que pretende totalizarse: la totalidad totalizante. La totalidad es el sistema de dominación que ha fetichizado las relaciones entre personas, que ha fetichizado sus mediaciones creadas, en donde la vida de la mediación es el fin y no el medio: relación en la cual el ser humano y la naturaleza se tornan en mediaciones para la vida del fetiche.
De esta forma el método crítico se coloca desde las patologías del sistema dado y desde ahí emprender un camino teórico y praxístico para la transformación mediatizada de la totalidad dada. En esta dirección, la filosofía crítica y su método se colocan desde las corporalidades que han sufrido en su dignidad los efectos negativos del sistema fetichizado.
En América Latina, estas corporalidades son los pueblos originarios negados por la racionalidad occidental, los pueblos afros, la mujer, los viejos, las niñas y niños, los inmigrantes, los trabajadores, las trabajadoras, las campesinas, los campesinos, las personas pobres con capacidades diferentes. Este método crítico tiene además una característica peculiar con respecto a otros métodos críticos: el pensamiento crítico desde la globalidad, desde el orden geopolítico y geoeconómico global.
En esta perspectiva, algunas filosofías, como la filosofía de la liberación, nacen filosofías con una intención explícita de descolonización del pensamiento. La propuesta del pensamiento descolonial alude a la necesidad de la eliminación de las relaciones de dominación que tienen como base la racialización de las relaciones sociales. El sistema colonial basó su dominación en este precepto para desarrollar una educación, una ciencia, una política, una economía, una cultura, una religión, una consciencia. Y es esta consciencia la que aún en formas contemporáneas se quiere seguir imponiendo.
De modo que, si estas relaciones de dominación en el periodo colonial clásico y neocolonial contemporáneo son las que atentan contra la dignidad del ser humano y la vida de la naturaleza, conceptualizando a ésta como objeto explotable y medible, se hace entonces imperativo no sólo desechar esas relaciones de poder dominante sino desaprender los prejuicios coloniales aprendidos a través de la ciencia, la educación y las prácticas culturales.
En ese sentido, el pensamiento descolonial se articula con la filosofía de la liberación en la medida en que comparten un mismo objetivo: la transformación del sistema dado neocolonial capitalista, totalidad en la cual guardan sentido los actos de injusticia contra el ser humano y la naturaleza, pero que tienen un sinsentido para el buen vivir de la comunidad de vida.
De lo anterior, bien puede afirmarse que la filosofía de la liberación es ya un pensamiento filosófico que tiene desde sus inicios planteamientos con pretensiones explícitas de descolonización del pensamiento. No se puede afirmar que sea una filosofía plenamente descolonial, pero sí una que tiene desde sus inicios una pretensión explícita descolonial y que en las últimas cinco décadas se ha encaminado a fortalecer esta pretensión. Y en este andar, el rescate y la restitución de la filosofía y el pensamiento de los pueblos originarios es un paso tan necesario como justo.
Los felicito por tener este lugar
Doctor Dussel, Jorge Zúñiga y José G Gandarilla: Muchos saludos. He enviado un mail a los siguientes correos (de hace una mes):
Mucho, agradecerá a Ustedes su valiosa respuesta…
Enrique Dussel
Secretario de Educación, Formación y Capacitación Política del CEN
enrique.dussel@morena.si
Jorge Zúñiga M.
Coordinador General de la Secretaría
educacionyformacionpolitica@morena.si
José G. Gandarilla Salgado
Coordinador Nacional de Formación Política
educacionyformacionpolitica@morena.si
Atte
Armando Alonso
Un articulo muy interesante. Gracias por la información. Reciba un cordial saludo.