Si alguien busca “venezolanizar” la política mexicana es la oposición, no el gobierno. Entrevista con Josu Landa*. – Jorge Zúñiga M.

Si alguien busca “venezolanizar” la política mexicana es la oposición, no el gobierno. Entrevista con Josu Landa*.

– Ciudad de México, 21 de mayo del 2021 –

Jorge Zúñiga M.

Jorge Zúñiga: Buenas tardes, profesor Josu. Muchas gracias por este diálogo con usted. La verdad es que, entre todos los escritos que ha realizado sobre filosofía moral y filosofía política, hay uno en particular que me llama la atención y que, de alguna forma, motiva este diálogo. Está en un libro que se está distribuyendo en formato digital [PDF], coordinado por Guillermo Hurtado y José Alfredo Torres, en donde se invita a varios profesores de filosofía a reflexionar sobre la 4T. El libro se titula Ensayos filosóficos sobre la Cuarta Transformación de México (2021). Allí, usted colabora con un capítulo, titulado ‘‘Claroscuros de la 4T’’. Este capítulo invita a la reflexión. Y no solamente sobre cuestiones coyunturales, sino también ideológicas; en concreto, sobre la ideología de la izquierda.

Quiero tomar como pretexto el mencionado capítulo e invitarlo a sostener una plática sobre los ‘‘Claroscuros de la 4T’’. Independientemente de las posiciones con las cuales yo pueda coincidir o disentir, me da un enorme gusto que los filósofos hablen sobre estos temas y lo celebro. Usted tiene décadas siendo profesor de filosofía y no sé si comparta la percepción de que, en general, los filósofos son timoratos para hablar de este tipo de cosas. Muchos prefieren recluirse en textos clásicos de la filosofía, aun de filosofía política, y quedarse allí, en la mera interpretación, sin involucrarse en circunstancias en donde las papas queman. Por ello, como decía, independientemente de las ideas con las cuales podamos coincidir o disentir, celebro el abordaje de estos temas, así como la publicación de ese libro de filosofía.

Los colaboradores de Ensayos Filosóficos sobre la Cuarta Transformación de México ofrecen mucho material para la discusión. No se trata de buscar unanimidad sobre la 4T, de caerle bien a todo mundo. Es muy loable que este tipo de esfuerzos generen discusiones, sobre todo cuando vivimos un proceso político, económico y social, que aspira a transformar las estructuras sociales. Se trata de un fenómeno que guarda analogías con otros casos en Latinoamérica y me interesa su opinión, debido a que además de mexicano usted es también venezolano, por lo cual es capaz de ofrecernos una perspectiva personal sobre nuestra actualidad política. ¿Cómo podría usted contextualizar este capítulo, ‘‘Claroscuros de la 4T’’? ¿Fueron reflexiones gestadas desde hace tiempo o lo escribió escribió para dar respuesta a una invitación hecha por los coordinadores del libro?

Josu Landa: Gracias a ti, Jorge. Primero, yo también celebro el que un grupo de filósofos decida salir al ruedo, para aproximarse al proceso político que está viviendo México. Los filósofos tenemos posturas muy diversas acerca de la filosofía. Respeto todas, pero desde hace tiempo, estoy comprometido con la idea de la filosofía como forma de vida, así que abogo por una vida comprometida con la verdad, con lo bello, con el bien común y con la realidad política en la que uno está inmerso.

Ahora, ¿por qué aparezco en el libro Ensayos Filosóficos sobre la Cuarta Transformación? Básicamente, porque mi amigo y colega Guillermo Hurtado me invitó de manera fervorosa y amistosa. Lo tomé, entonces, como una ocasión para una primera aproximación al desarrollo de la 4T. Desde el principio del artículo aclaro que, para evaluar la 4T, hay que esperar, por lo menos, a que termine el sexenio de López Obrador. En todo caso, me esmeré por ser lo más ecuánime posible, porque no milito en ninguna organización, en ninguna parte del mundo, pero sí tengo un interés político muy fuerte. Me afecta mucho lo que pasa en los procesos políticos de Venezuela, México y de España (concretamente, del País Vasco), por razones que tienen que ver con mi vida personal, pero mi única militancia es la filosofía y la poesía.

En esa aproximación a la 4T, llamo la atención sobre algunos aciertos que se deben reconocer, sobre todo en un contexto en el que abundan quienes no le reconocen nada positivo. También reparo en aspectos reprobables del proceso que se vive en México, me fijo en cosas que convendría corregir, con base en un ejercicio autocrítico. Pero, en fin, no voy a hablar sobre mi artículo. A quien se interese por él lo invito, modestamente, a que lo visite. Ahora, te agradezco que abras esta ocasión de diálogo, porque así puedo ir un poco más allá de los alcances de ese artículo. Porque me parece que hay dos amenazas ante las cuales la gente con sensibilidad ética y política debe precaverse y ponerse en guardia.

Una amenaza es la irrupción y la expansión, relativamente acelerada, de lo que llamo, para no caer en clichés, una ‘Internacional Thymocrática’. ¿Por qué ‘thymocrática’? Porque se basa en el culto extremista a la voluntad de dominio. Deja de lado todo lo racional. No se ocupa por una vida buena ni por el bien común, sino que se concentra en establecer las condiciones para un ejercicio irracional, tiránico, brutal y lleno de hybris, de la mera voluntad de dominio. Y, cuando hablo de una Internacional, lo hago para resaltar que se trata de un fenómeno que rebasa los límites del país y de la 4T. Y, ante esto, considero que la 4T se autolimita, permanece como ensimismada. No parece advertir que está en unas coordenadas internacionales terribles, que requerirían una atención urgente,

En esa Internacional Thymocrática confluyen –sobre todo, a partir del impulso que le dieron Trump y un sector del Partido Republicano–  gente como Steve Bannon, los partidarios de las tácticas de golpe blando de Gene Sharp en el Partido Demócrata, remanentes de diversos grupos neofascistas al estilo de Vox en España, los neonazis alemanes, la derecha sionista, las ultraderechas de Italia, Austria, Polonia, Hungría, Boris Johnson, la Agrupación Nacional de Marine Le Pen en Francia, Álvaro Uribe… y todos los que simpatizan con ellos, tanto en Europa como en Latinoamérica, incluyendo a México.  Son fuerzas heteróclitas, pero tienen en común la violenta exacerbación de la voluntad de dominio, la defensa del capitalismo más salvaje, el canibalismo político, la necropolítica. Ante esto, me parece que todas las personas con conciencia ética, sensibilidad humana y compromiso con el bien común, no importa con qué política comulguen, deben unirse. Debemos unirnos para hacerle frente a eso.

La otra amenaza que me inquieta es la polarización extrema. En el fragor de la batalla política, la palabra polarización es un arma arrojadiza. Yo no la veo así, sino como una herramienta para caracterizar la realidad. Efectivamente, hay una polarización en México que es muy peligrosa. Ahora, las polarizaciones son efecto de la acción de varios agentes políticos, no de uno solo. Todos los agentes importantes, tanto el gobierno encabezado por López Obrador como la oposición, tienen responsabilidad en esa polarización. Pero eso no significa que la polarización haya sido generada por López Obrador, como le achaca la oposición, sino que es el reflejo de una profunda división social y política interna. Profunda y muy antigua, heredada por el gobierno de López Obrador. Y, claro, cuando este activa su proyecto, pone en riesgo y afecta una serie de intereses… Aunque, desde mi punto de vista, no alcanza el rango de una real transformación social y política, sino cambios de ajuste sistémico –eso sí, de importancia innegable– quienes se identifican con esos intereses acusan al gobierno de dizque dividir la sociedad y propiciar la confrontación polar, cuando ellos tienen una responsabilidad histórica, secular, en esa división.

López Obrador viene a realizar la labor hercúlea de limpiar los establos de Augías: una acumulación de décadas de excrementos e inmundicias…Nada más con empezar a remover eso, tocas este y otro interés y empiezas a pisar callos, detonas una reacción. Esa reacción activa todo un proceso en clave de guerra. Se trata de asumir al agente de cambio político como un enemigo y de inducir a la gente a que tome partido en favor de la fuerza A o de la fuerza B. Introducen de manera forzada a los votantes, a la ciudadanía, en ese esquema binario de confrontación y acusan al contrincante de ser el responsable único de todo eso. Y, claro, el enfrentamiento político abre paso a la guerra no convencional y esta, dado el caso, a la guerra formal.

JZ: Pero ¿no le parece que esta estrategia de polarizar la encontramos mucho antes de la presidencia de López Obrador? Yo recuerdo que es en 2006 cuando, por primera vez, se habla de una sociedad polarizada. En el contexto de la campaña de Felipe Calderón, la única manera de contrarrestar el impulso de López Obrador era decir que la elección era no entre tres, sino entre dos, como en Estados Unidos, donde parece que solo existen los demócratas enfrentados a los republicanos. Ante la debilidad electoral de Calderón, una de sus inmundas campañas sucias, era decir que aquella elección era entre dos, para dividir al electorado. Y, por eso, cuando avalado por las instituciones electorales Calderón asume la presidencia, hay polarización. Si recordamos aquella elección, López Obrador no tenía una estrategia de destrucción del enemigo. Quien sí la establece es Calderón, con una estrategia muy belicista en los medios.

En el 2018, cuando López Obrador arrasa con el 53% de los votos, los medios como Televisa y los encuestadores, decían que teníamos un país polarizado. ¿Por qué, si claramente el electorado se inclinó por una opción? Lo que logró Ricardo Anaya rondó por el 20% y José Antonio Mead, por el 13 o 15%, Entonces, una estrategia por parte del débil para mostrarse fuerte, consiste en decir: “Esto es entre dos y hay una polarización”. Lo cual no es cierto.

Polarización sería, por ejemplo, la de Estados Unidos, donde el grueso de los votos son captados por el Partido Demócrata o por el Partido Republicano. Pero, en el caso de México, había más opciones: Morena, PRD, PAN, PRI, el Partido Verde,  Encuentro Social, etcétera. ¿No cree, entonces, que esta advertencia sobre la polarización social es más bien un discurso estratégico de la derecha, que en su debilidad lo usa para mostrarse fuerte? Quizá no deberíamos hablar ingenuamente de la polarización sin más, sino, en todo caso, de una polarización artificial, creada desde los medios de comunicación, que, ante la debilidad de la derecha tratan de mostrarla fuerte, cuando, en las urnas, al menos en 2018, no era fuerte.

En ‘‘Claroscuros de la 4T’’, habla usted de la polarización. Cuando leí esa parte, me generó esa reflexión. Me parece que se trata, más bien, de una estrategia mediática y discursiva gestada desde la derecha, desde los medios de comunicación. Decir que son fuertes y que su antagonista es López Obrador… Pero en realidad, en el 2018, el electorado se decantó por un partido que fue Morena, y hoy en día López Obrador es aceptado por alrededor del 60% de la población. ¿En dónde está la polarización?

JL: Es que hay distintas formas de polarización. Unas son coyunturales y otras, estructurales. Lo de 2006 tiene características de una polarización coyuntural, conveniente a un sector que había empezado en desventaja la carrera electoral. Ese sector apeló a artimañas de lo más abyecto, acudiendo incluso a agentes políticos extranjeros, para apuntalar una guerra sucia. Sin embargo, pasó esa coyuntura y las aguas políticas volvieron a su cauce.

Hoy, parece que estamos ante los signos de una polarización estructural, algo que no solo afecta al juego político circunstancial, sino que saca a flote una división social muy profunda y antigua. La desigualdad terrible de este país se refleja en la dinámica política actual. En 2006, lograron neutralizar a López Obrador y los grupos que lo apoyaban. Ahora, él es el presidente y encabeza una fuerza de primer orden. Una oposición severamente derrotada en 2018 busca la vía de su rehabilitación política por medio de la reducción del juego político al enfrentamiento sistemático entre dos bloques. La desigualdad social atávica facilita esa estrategia, porque es su raíz estructural. Las campañas electorales catalizan ese proceso. Así se generan las condiciones de una guerra, todavía inscrita en el ámbito político y la 4T no puede sustraerse de ella. Por el momento, pienso en una guerra no convencional, algo que no genera muerte física directa, pero sí mucho sufrimiento en la gente.

¿Quién es el culpable de todo esto? Parte de la polarización consiste en acusar al otro de generarla e impulsarla, cuando todos los jugadores en la cancha tienen su parte de responsabilidad. Para mí, es obvio que López Obrador no es el culpable de esta polarización estructural. Para mí, es mucho más importante la división social gravísima que este país padece y que se debe corregir. Esta tarea afecta privilegios y exacerba, por fuerza, la oposición polar. Ahí es donde hay que ejercer una política de avanzada, muy fina, ante la oposición, porque la polarización no le conviene al país, a la gente. Hay que disolver eso, hay que procurar por encima de todo el acuerdo. Sé que es difícil. Sé que incluso es imposible con algunos grupos, pero que no sea el sector progresista el que evite la posibilidad del acuerdo, del diálogo, de una humanización de la política. La constante negativa al diálogo, por parte de la fracción más poderosa de la oposición venezolana –es decir, la que se pliega por completo a los planes de Estados Unidos– ha ocasionado consecuencias gravísimas a la gente en Venezuela. Aquí habría evitar, por la vía del diálogo, que algún sector de la oposición pudiera hacer lo mismo que algunos han fomentado en Venezuela.

Puede ser que esté yo traumado por la experiencia venezolana. Como sea, veo con inquietud el avance de la thymocracia internacional y el curso de una polarización estructural aquí, sobre todo porque ambos fenómenos tienden a entreverarse. Esta conversación contigo me da la oportunidad de señalarlo en público y eso es algo que te agradezco profundamente.

JZ: ¿Qué tienen en común la política mexicana y la venezolana?

JL: México y Venezuela son parte de una comunidad cultural latinoamericana y tienen muchos puntos de afinidad. Pero, en el plano político, hay muchos aspectos muy diferentes entre ambos. Eso dificulta a la oposición mexicana impulsar estrategias calcadas de sus homólogos venezolanos, aunque lo intentan todo el tiempo. Los opositores de aquí achacan a la 4T una supuesta “venezolanización” de México, cuando muchos de ellos avanzan hacia la asimilación de las tácticas más nocivas de la peor oposición venezolana. Me parece imposible que, por efecto de la dinámica normal de la política mexicana, lleguemos a lo que pasa allí. La realidad política mexicana, por sí sola, no apunta en esa dirección. Para empezar, contra tantas cosas que han propagado ciertos factores de la oposición mexicana, incluso antes de la victoria de López Obrador, este no tiene nada que ver con Chávez, ni en estilos ni en proyectos ni en origen ideológico ni en trayectoria política. Con Maduro tampoco. Así que, si alguien busca “venezolanizar” la política mexicana es la oposición, no el gobierno.

Pero antes de seguir por esa vía, me gustaría subrayar los peligros de la polarización. Sobre todo, estimula que un agente político convierta al rival en un enemigo. Se blinda toda posibilidad de diálogo y abundan las supuestas justificaciones para eso. Y eso nos puede llevar a una situación descrita por Antonio Machado, en su libro Juan de Mairena: una barbarie cargada de razón.  Ahora, todo esto lo posibilita la lógica de la partidocracia y se le impone verticalmente a la gente.

JZ: Me parece que el discurso y la táctica política de polarización viene más de los perdedores, en este caso de la derecha y sus medios de comunicación. Es posible que el presidente, con su carácter fuerte, pueda proyectar una imagen de confrontación, pero independientemente de eso, ¿admite usted que el discurso de polarización responde a una táctica de la derecha, para parecer fuerte?

JL: Eso es parte del asunto, pero le doy más importancia a la brecha o a lo que Guillermo Hurtado llama, tomando el término de Argentina, la grieta social. La cuestión es que esa grieta no es de ahora. Es una honda fisura social, histórica, cimentada en una gran desigualdad que resulta muy difícil de superar.

JZ: Entonces la polarización a la cual se refiere no es solamente de naturaleza política, sino también sociocultural y económica.

JL: Es estructural. Esos factores también entran en juego.. En este proceso político, en el que muchos intereses son afectados, se acude a una serie de dispositivos y tácticas, destinadas a hacer prevalecer una postura frente a la otra a como dé lugar. Eso le puede convenir a los dirigentes, pues, al reducir el juego político a dos agentes, se sienten más cómodos, y pueden, incluso, combatir al otro más fácilmente. Esa es la pretensión. Ahí tienes razón, en el sentido de que a quien más le interesa la polarización es a la oposición. Pero aquí hay un asunto muy importante: la guerra de interpretaciones. Como filósofos sabemos que los hechos como tal son neutros. No tienen signo político ni ético. El sentido de un hecho radica en su interpretación. Entonces, determinados actos son interpretados y, a partir de ahí, manejados de una manera tal que se propicie una atmósfera de enfrentamiento reductivo. En eso consiste la polarización. Y a quien le interesa eso es a quien pretende generar un ambiente que impida la realización del proyecto al que se opone.

JZ: Eso es una práctica política.

JL: Es una práctica de la realpolitik. Yo no hablo de “derecha”, en este caso, porque curiosamente la oposición en este país, de manera parecida a como sucede en Venezuela, es una amalgama de tendencias: desde lo más fascista, como lo es FRENAAA, hasta lo más prestigiosamente izquierdista, pasando por grupos de todo tipo. Algunos de ese bando son de un idealismo respetable, pero no revisan sus egos, sus programas, sus visiones, Esto sucedió también en Venezuela. Además, esto lo usa la oposición más extrema, para decir que López Obrador no es de izquierda, puesto que tiene a la izquierda en contra. No entiendo –y lo digo con modestia– cómo algunos de ellos no responden con una actitud más estratégica, ante el cuadro político nacional y el internacional. Entiendo que tengan discrepancias con la 4T, como las tengo yo en lo personal, pero en política es imperioso distinguir, táctica y éticamente, los proyectos más nocivos para la gente.

JZ: Se refiere a la ultraizquierda…

JL: Ellos se asumen más como la izquierda auténtica. No voy a mencionar nombres, porque eso no contribuye a la atmósfera de diálogo que a mí me importa… Yo discrepo profundamente con ciertos grupos y personas, pero en la realidad política tienes que reconocerlos. La polarización también induce a eso: a no reconocer los méritos del otro.

JZ: ¿Y qué estrategias empleadas por la derecha venezolana contra Chávez y Maduro identifica en la derecha mexicana?

JL: Observo algunos puntos en común en la acción de ambas oposiciones El primero es el intento desesperado de evitar que se concrete en el país un proyecto de justicia social, impedir que la 4T pague una deuda histórica inconmensurable…

JZ: Disculpa que lo interrumpa, pero eso que acaba de decir es lo contrario de lo que acaba de decir Enrique Krauze, cuando afirma que, aquí, a partir de instrumentos democráticos, se quería terminar con la democracia. Más bien, es la oposición la que utiliza medios antidemocráticos para entorpecer el avance de un proyecto de justicia social…

JL: Eso que tú acabas de señalar es una muestra de cómo funciona la polarización. En la polarización, un agente siempre le imputa al otro lo peor.

JZ: Es como el ladrón que grita: “¡Atrapen al ladrón!”

JL: Algo así… Sobre todo, lo hacen quienes están empeñados en obstruir. La oposición polar es obstructora, reactiva. No tiene proyecto nuevo y no se autocritica. No reconoce que ha cometido errores históricos, que requerirían un cambio de rumbo significativo, incluso para poder prosperar en el terreno político.  Es la pura voluntad de dominio. Todo vale, con tal de obstruir un gobierno de amplio respaldo popular: acciones legales nacionales e internacionales, golpeteo mediático, guerras no convencionales… En todo eso, nos estamos pareciendo a Venezuela.

Otro punto en común radica en la conformación de lo que llamo un aparato parapolítico. ¿Por qué lo llamo así? Porque es la configuración de una estructura alterna, paralela a la realmente establecida. Por esa ruta, en Venezuela, se ha llegado al colmo: la existencia de un gobierno paralelo, de un Tribunal de Supremo paralelo, de una Asamblea Nacional paralela… carentes de base legal. Medio la tuvieron cuando eran diputados, pero ya ni siquiera son eso. Y, sin embargo, siguen ahí. ¿Y por qué persisten? Porque ese aparato parapolítico es sostenido por nuestro vecino del norte y sus aliados. El gobierno norteamericano es el director de esa “orquesta”, ese aparato donde confluyen medios de comunicación, algunas ONG, laboratorios de guerra mediática, partidos, sindicatos, gremios y fuerzas irregulares, afanados en obstaculizar e impedir el impulso de un programa que el pueblo mismo ha elegido. Ese aparato parapolítico sostiene una muy lesiva guerra multimodal en Venezuela.

Aquí veo situaciones similares, aunque no se ha llegado, ni de lejos, a lo de Venezuela. Como te decía, México y Venezuela son muy distintos. Por ejemplo, la estructura económica venezolana es tan endeble que basta la rebelión del sector empresarial y financiero, para secuestrar por completo la economía, por medio de acaparamientos de productos básicos, hiperinflación, manipulaciones con el dólar… en medio de un estado de sitio de visos genocidas. En este momento, Venezuela recibe solo el 1% de las divisas que obtenía normalmente. Apenas puede producir petróleo y se le impide vender esa pequeña producción. Apenas puede producir gasolina y no se le permite comprarla. Se le prohíbe importar comida y medicinas. Le secuestran fondos que tiene en varias partes del mundo, así como propiedades del Estado que, además, entregan al gobierno paralelo y fantasmático que encabeza Guaidó. Todo eso ocasiona grandes sufrimientos a la gente, sin que se logre lo único que le interesa a la oposición venezolana y a sus patronos del norte: acabar con la política social bolivariana y las fuerzas que la impulsan. Es muy difícil que lleguemos a eso aquí. No lo veo en el horizonte. Porque la economía mexicana es mucho más compleja, más potente, más conectada con Estados Unidos. Pero eso no quita que los sectores más resentidos y extremistas de la oposición mexicana busquen algo así para nosotros.

JZ: López Obrador ha sabido establecer una relación de otro tipo con Estados Unidos, tanto con los republicanos como con los demócratas…

JL: Sí, pero eso no ha evitado que la USAID financie a ONG opositoras. La 4T debe entender que los grandes intereses afectados por su política nunca perdonan tamaña osadía. Hay indicios de que tratarán de “venezolanizar” a México, pese a las grandes diferencias entre un país y otro. Por ejemplo, Chávez impulsó medidas sociales más osadas y de una manera por demás drástica, como fue la promulgación, contra viento y marea, en 2002, de 49 leyes de significación estratégica, como la de Hidrocarburos, la de Tierras, la de Pesca etcétera. Aparte de expropiaciones y cosas por el estilo. Uno puede entender que eso soliviante al sector empresarial, al agropecuario, al petrolero, al financiero… Pero, aquí, López Obrador jamás ha hecho nada de eso. No es su proyecto. El programa bolivariano está marcado por el historicismo. Chávez viene a ser una especie de mesías realizador de un plan de la Historia, al estilo hegeliano-marxiano. López Obrador presenta rasgos de un megaliderazgo personalista y busca mejorar las vidas de los más desvalidos, pero no se ve a sí mismo como un agente necesario de un “ardid” de la Historia.

JZ: Me parece importante lo que dice, porque López Obrador no se asume en esos términos, aunque opositores como Enrique Krauze han insistido en retratarlo como un mesías tropical. Obrador ha entendido, durante los veinte o treinta años de lucha que lleva, que el modelo neoliberal, ya desde finales de los 90, ha fracasado en responder a las necesidades del grueso de la población. El compromiso con la transformación de dicho modelo lo ha convertido en un líder político.

Hay varias interpretaciones sobre la 4T. No es solamente un slogan, como dice en su capítulo. Usted dice que el término 4T es parte de una estratagema discursiva, para sacarle la vuelta al antiguo debate entre reforma y revolución. Frente a las interpretaciones que reducen la 4T a lo discursivo, afirmo que es un momento histórico, en el cual la población se dio cuenta de que sus necesidades sociales, culturales y educativas no estaban siendo cubiertas por el modelo neoliberal. Si el 2018 es el comienzo de la 4T, ello no se debe a la retórica, sino al respaldo de una población que atestigua la necesidad de una transformación, a la vez institucional y material. Con Peña Nieto, llegamos a la expresión más soez de la política neoliberal. Entonces, si Obrador, más que en un mesías, como lo caricaturiza Krauze, se ha convertido en un líder, ello se debe a que la gente coincide con él en la necesidad de realizar un cambio.

JL: Concuerdo contigo en que el liderazgo de López Obrador se basa en un pacto tácito con muy amplios sectores populares, pero no se puede negar en él un  componente personalista bastante subido de tono. Eso es muy arriesgado. Como  digo en mi artículo: la fortaleza del proceso está en él y su debilidad también. Porque si él desaparece del panorama…

JZ: Es una de las críticas que apunta en su artículo: que Morena está dependiendo de un liderazgo, cuando en realidad debería estar dependiendo de su militancia.

JL:  Ahora, si el término “Cuarta Transformación” fuese solo un slogan político, también sería legítimo. En política, toda formulación esperanzadora es válida. Por ese lado no veo problemas. Mi objeción va por el lado de que debemos esperar al final del sexenio de AMLO, para saber si hubo transformación o no.

JZ: Lo que expone en su artículo se distancia de posiciones muy radicales procedentes de la propia izquierda. Hablo de gente identificada con causas progresistas, de izquierda, que al año de gestión ya estaban criticando el sexenio entero de López Obrador, diciendo que es lo mismo que todos los demás gobiernos. A priori ya estaban emitiendo juicios sobre los seis años. Cuando usted lo que estás diciendo, justamente, es que no podemos emitir una evaluación crítica de ese calibre, antes de haber visto cómo se desarrolla el sexenio de Obrador; que se trata de un juicio que debe ser emitido a posteriori.

JL: Bien, pero lo transcurrido de 4T basta para saber que las maneras de hacer política de Chávez y López Obrador no se parecen. Aun con el personalismo de ambos, lo de aquí no se parece a la Venezuela de Chávez y Maduro. Eso no obsta para que el aparato parapolítico, en el que confluyen Estados Unidos, con su Doctrina Monroe, grupos cleptocráticos, medios de comunicación, ONG, sindicatos… arremeta contra la 4T, con el pseudoargumento de que López Obrador quiere “venezolanizar” al país.

La manera de operar de los aparatos parapolíticos aquí y allá apunta a la construcción de una realidad paralela. ¿Cómo comienza? Mediante pseudocaracterizaciones. La función principal de esos aparatos es la construcción de un relato absolutamente satanizador del otro. Así se justificaría cualquier agresión, por muy atroz que sea. Entonces, vienen las obstrucciones, la desestabilización, la manipulación, la guerra mediática… todo ello, orientado a la configuración de un relato. ¿Y cuáles son los componentes de ese relato? Uno de ellos sería que López Obrador es un dictador. Así empezaron con Chávez, aunque Chávez actuó con menos prudencia ante los intereses que enfrentó. Pero, el compromiso obradorista de saldar una deuda social descomunal, a ojos de la oposición, no se debe cumplir. Permitir eso equivale a privarse de recursos y bienes que solo deberían beneficiar a ellos. En ese aparato parapolítico, no solo hay bandas cleptocráticas, sino también sectores que se consideran a sí mismos los amos del país o los únicos interlocutores con los cuales los propietarios del mundo pueden tratar y negociar. Esa creencia difícilmente oculta un clasismo de fondo: les resulta inaceptable que alguien que no pertenece a esa casta esté ocupando la posición que supuestamente les corresponde a ellos. Cuando López Obrador se pone a pagar la deuda social histórica, a atender la pobreza extrema, a redistribuir el ingreso nacional, en un contexto complicado por factores como la pandemia y la debacle mundial de la industria petrolera, y cuando empieza a poner orden en la casa, al combatir el monstruo de mil cabezas de la corrupción y al anular privilegios oprobiosos, la oposición lanza su campaña sin fin, contra el dictador López Obrador. Con todo, no le vendría mal al presidente y sus huestes actuar con más tacto ante sectores medios que podrían ser sus aliados.

JZ: Desde su experiencia con México y Venezuela, ¿Cómo cree que reaccione la derecha, aquí, si Morena y sus aliados logran una mayoría respetable en la Cámara de Diputados en las elecciones de junio? Se podría augurar una fuerte reacción mediática. La oposición deposita muchas de sus esperanzas en el poder de los medios. En estos últimos años, los medios han sido parte de la oposición.

JL: Cuando hablo de ese aparato parapolítico, incluyo en él a medios de comunicación muy poderosos, tanto nacionales como transnacionales, porque se convierten en agentes políticos. Los partidos padecen una crisis profunda, sobre todo el PRI, el PAN y el PRD. En la medida en que se debilitan esos agentes políticos, vienen otros a sustituirlos. Los medios son algunos de ellos; así se convierten en sucedáneos de los partidos. Y lo mismo pasa con ciertas ONG, no todas. Para mover todo eso, hay recursos de procedencia local y extranjera. Así que, cuando hablamos de oposición, estamos hablando de este aparato parapolítico: algo mucho más potente que la partidocracia. Los agentes políticos tradicionales carecen de estructura. Lo que sí tienen son intereses y privilegios que perder. Entonces, articulan ese tipo de aparatos. ¿Qué van a hacer frente al proceso electoral? Las gubernaturas en juego son importantes, pero el campo estratégico está en el Congreso, porque allí se decide la suerte de la 4T en su conjunto. No quiero ser un agorero, una sibila, pero me parece que, sea cual sea el resultado, ese aparato parapolítico no va a cejar en su intento por demoler todo cimiento del gobierno obradorista. Si el resultado favorece a la oposición y obtiene la mayoría opositora en el Congreso, se precipitará a aplicar cualquier mecanismo, de carácter institucional o parainstitucional, sin llegar al golpe de Estado clásico, para derribar la 4T. Es decir, pienso que acariciarían la posibilidad de un golpe de Estado blando, un golpe parlamentario, que es a lo que apunta la guerra no convencional. Apelarían al manual de Gene Sharp.

Si ganan los sectores adeptos a López Obrador, el plan será esencialmente el mismo, aunque no las vías. Sea cual sea el resultado electoral, imagino que van a intensificar el proyecto de derrumbe de la 4T. Digo esto, considerando la manera en que la oposición está reaccionando ante cosas que son impostergables: combatir la corrupción, hacer que la gente que debe pagar impuestos los pague… Reaccionan como si fuera un atentado a supuestos derechos. Ese tipo de reacción es propio de quienes se han creído los dueños de país y no aceptan que una bola de pelados, igualados y demás, afecten sus privilegios. Ahí tenemos una gran diferencia con Venezuela. Chávez, con su ley habilitante de 2002, dio pie a expropiaciones y eso daba munición a sus oponentes. Aquí, ¿cuál es el motivo para tanta indignación opositora? Que los que deben pagar impuestos paguen impuestos, que los corruptos vayan al bote, que las mineras, por ejemplo, no saqueen el país con prebendas obscenas… Eso ni de lejos se parece al caso de Venezuela. Pero la reacción de la oposición sí es como la de sus homólogos venezolanos.

En definitiva, se trata es de imponer un relato ad hoc. Todo debe apuntar a convertir a López Obrador en un monstruo político: si empieza siendo dictador, terminará, si les interesa, retratado como parte de un bloque del narcotráfico, como alguien que está provocando el terrorismo internacional o alguien que tiene una tendencia irrefrenable a violar los derechos humanos. En fin, se le endilga cualquier posibilidad de esas, que son completamente negativas en el contexto político. Y a eso se le suma una táctica perversa, que se ha usado hasta la náusea en Venezuela: la repetición ilimitada de mentiras y de pseudo-caracterizaciones hasta que se convierten en “verdad”. Eso puede favorecer, por ejemplo, el impulso de un proceso revocatorio, para sacar a AMLO de la presidencia. No quiero parecer catastrofista. Estoy llamando la atención sobre las posibilidades que quedan abiertas y ante las cuales conviene reaccionar con mucha prudencia, con mucho sentido de diálogo, con mucha sindéresis, con la mira puesta en un acuerdo nacional, si fuese posible.

Otro punto interesante: en Venezuela, la oposición, siempre ha tenido una comunicación fluida con el gobierno norteamericano. No importa qué partido lo detente. De hecho, un sector de la oposición venezolana se ha convertido en agentes a sueldo de ese gobierno. Eso no está sucediendo aquí, todavía. Yo espero que no suceda, pero hay indicios muy alarmantes de una cosa que yo llamo ‘neo-arbitrismo’. El arbitrismo era una idea de la política, que consistía en solicitarle al rey, en la Edad Media, arbitrios para que interviniera en determinados asuntos de política y economía. Pienso en quienes están gestionando la intervención directa de Estados Unidos aquí. Eso evidencia que, hasta ahora, Estados Unidos ha jugado aquí un papel diferente al jugado en Venezuela. Pero el neo-arbitrismo abierto, como el de algunos que están diciendo: ‘‘Oye, Biden, actúa aquí, porque mira lo que está pasando’’ es de lo más perverso. Es poco probable que aquí no se formen alianzas tan fuertes como las de la oposición venezolana con los gobiernos de Estados Unidos. México no es Venezuela. Pero el peligro es grave y la reciente denuncia sobre financiamiento de la USAID a cierta ONG mexicana puede prender las alarmas.

JZ: Es interesante cómo muestra las similitudes y, sobre todo, las diferencias.

JL: La mayor similitud entre el proceso bolivariano y la 4T estaría en el interés común por realizar un proyecto de justicia social, pero de ahí en adelante, casi no hay.

JZ: Lo interesante del punto, creo, es que hay muchas diferencias entre Chávez o Maduro y López Obrador, pero quienes se comportan igual son los opositores de México y Venezuela.. La oposición mexicana está imitando a la venezolana.

JL: Puedo poner un botón de muestra: aquel plantón ficticio del FRENAAA, en el Zócalo, con la consigna de que AMLO tenía que salir del poder antes de diciembre de 2020, fue una calca de la fallida táctica de la oposición venezolana, conocida como “Hallacas sin Chávez”. La hallaca es un tamal típico de la Navidad, en Venezuela. Otro ejemplo: hay cierto plumífero por ahí que dice, más o menos: ‘‘Fíjense cómo estaba Venezuela en 2008, cuando el ingreso per cápita era de 3000, casi 4000 dólares. Y ahora no llega ni a un dólar y tanto’’… Ahora, ese pobre infeliz está hablando de una fecha en la que fue con Chávez como se llegó a casi 4000 dólares de ingreso per cápita y omite el bloqueo a que se sometió al país, para llegar a la cifra infamante que destaca. Venezuela padece un estado de sitio de visos genocidas. Aprovecho el momento para denunciarlo, tanto por su perversión intrínseca como porque nos afecta directamente a mí, a mi familia y a muchos seres queridos. Los opositores venezolanos se la pasan difundiendo ese tipo de datos malévolos y, como se ve, aquí aparece gente que les hace eco y, de seguro, no de gratis.

JZ: Me hace recordar una entrevista del neoliberal empedernido, Leo Zuckerman, con Rafael Correa, donde se aborda el caso venezolano. Lo primero que Correa le dice es que, hasta que Estados Unidos no desbloquee las cuentas de Venezuela, no tiene caso hablar del asunto. Y Zuckerman tuvo que callarse…

JL: Yo también digo lo mismo. Cuando discuto con mis amigos de la oposición, les digo: “¿Saben qué? Es ocioso discutir sobre lo mal que está el país, mientras exista un estado de sitio”. Porque es más que un bloqueo. A Venezuela le prohíben importar y exportar productos vitales. Es la inveterada táctica perversa de poner a la gente a sufrir hambre y trabajos, para que insurja a la desesperada contra el gobierno, quede asentado que en este mundo solo puede funcionar el capitalismo y se debilite al país por estrangulación, para restituir el poder a los opositores y sus jefes del norte.

JZ: Quisiera regresar a la pregunta sobre cómo se comportará la oposición después de las próximas elecciones…

JL: A lo que ya he dicho, podría agregar que, sea cual sea el resultado, lo que de seguro viene es una intensificación del “ruido”. Lo que se avizora es una sucesión de tormentas xicas, que tienden a derivar en lo que llamo “efecto Jericó”.  El aparato parapolítico asume que una avalancha de tormentas xicas sin fin, dirigidas a manipular, sembrar odio, rabia, frustración, temor, inseguridad en todos los terrenos… cimentadas en el uso y el abuso de la interpretación sesgada, podría derribar las murallas de la 4T. La oposición venezolana configuró incluso un código exegético, por el que filtra todo acontecimiento y veo que aquí, algunos, siguen sus pasos. Con esa trituradora de las interpretaciones, como sucede en El Quijote, la bacía del barbero se convierte en el yelmo de Mambrino. El aparato parapolítico sabe de eso mucho más que el Caballero de la Triste Figura y no pierde ocasión para aplicarlo, a través de los medios y las redes.

Esto me parece vital y parece que ustedes no le dan mucha importancia. El presidente puede decir: ‘‘Yo estoy cumpliendo el programa de los 100 puntos. Estoy atendiendo la pobreza extrema. Estoy abriendo no sé cuántos centenares de universidades públicas y de bienestar, etcétera’’. Pero la maquinaria de interpretación y propaganda convierte esos datos en lo contrario de lo que son.  Por esa vía se consolida el único discurso “correcto” sobre la 4T y así se perfila  enemigo pasible de cualquier desmán. Las elecciones le imprimen intensidad a ese proceso. Al margen del resultado electoral, el propósito de esa oposición siempre será ese. Si ganan, transitarán un tipo de ruta hacia esa meta; si pierden, buscarán otra vía. No hay forma de que renuncien a desbancar la 4T.

JZ: O sea, lo que dice es que la oposición está jugando un papel de destrucción, ni siquiera de colocar una alternativa frente a la 4T.

JL: Es que no tienen alternativa. Su única “alternativa” es mantener el neoliberalismo.

JZ: Y justamente la 4T reacciona críticamente al neoliberalismo, en términos ideológicos, discursivos, políticos, institucionales, etcétera.

JL: Pero a ellos solo les afecta el dolor terrible de haber perdido el control del país.

JZ: Sí, eso se nota. Es evidente la frustración de la derecha por haber perdido el control del Estado. Ellos tenían el dominio. El asunto es que, en el 2018, la respuesta de la ciudadanía fue tan abrumadora que ya no pudieron hacer nada. Y es cierto: la oposición no tiene alternativa. Su única propuesta es el neoliberalismo, ante el cual la 4T reacciona críticamente.

JL: También en eso hay una total identidad con la oposición venezolana. Su plan es restituir el neoliberalismo. Pero, ojo: nunca lo dicen de manera frontal y clara. Solo apelan a abstracciones como la libertad y a los principios liberales.

JZ: A la libertad de comercio, a la libertad de opinión. Ya lo decía Pablo González Casanova: apelando a la democracia burguesa, ¿no?

JL: Y a veces ni eso. Al menos, no en el sentido clásico de esos valores. Es que una de las características de los thymócratas, en América Latina, es su deterioro intelectual, su pobreza programática. Ya no hay creatividad allí. Por eso, en Venezuela, muchos integrantes de la oposición terminan convirtiéndose no en aliados, sino en agentes de una potencia hegemonista. Todavía no pasa eso aquí, pero la oposición mexicana puede llegar a ese plano, porque no demuestra creatividad ni liderazgo y, por tanto, no tiene nada nuevo que ofrecer. Y así ¿que les queda? Obstruir y destruir, hasta retornar al paraíso perdido neoliberal.

Ese es el encuadre del relato que busca satanizar a López Obrador, en medio de una polarización extrema, rayana en la barbarie. En medio de esas coordenadas, cierto sector aplica algo que también se aplicó mucho en Venezuela: una manera de intentar atarle las manos a López Obrador es decir que se basa en una dictadura de las mayorías, apelando a algo que vio Alexis de Tocqueville en su exploración de la política norteamericana. El punto es que quienes respingan contra la supuesta dictadura de las mayorías, nunca lo hicieron contra la efectiva dictadura de las minorías, que es lo que se llama oligarquía. Ese tipo de cosas se van asentando en semejantes construcciones discursivas.

Ahora, en la medida en que se toquen los intereses que Estados Unidos valora mucho, también se pueden complicar más las cosas. Por ejemplo, las decisiones del gobierno con respecto a la DEA y la CIA impactaron fuertemente. No hace mucho, Landau, el exembajador, en una actitud lindante con el injerencismo, llegó a decir que Obrador es aquiescente con la delincuencia organizada. Así van imponiendo esa idea en una franja de la opinión pública.  Junto a eso, está toda una serie de trazos que configuran este relato ad hoc: un López Obrador indolente ante las víctimas de la inseguridad, alguien que no se opone a la  violencia de género y que está en contra del feminismo, alguien indiferente ante el desastre ecológico, en fin: alguien discordante con las grandes causas de avanzada en el presente.

JZ: Es más: alguien que niega y combate esas causas.

JL: Frente a todo eso, hay que hacer de tripas corazón; apelar a las máximas reservas de sindéresis y de prudencia, procurando el encuentro, el diálogo, superar la polarización. Sé que es difícil y algunos dirán que hasta imposible. No creo en esa imposibilidad. Si se hace el esfuerzo adecuado, se pueden lograr formas de humanizar la política, La destrucción no le conviene a nadie. Tiene que haber inteligencia política de parte de la izquierda. Morena, tiene que saber enfrentar con tino la peligrosa política actual. Tiene que haber mucha prudencia allí, para no alimentar la polarización acerba. Tiene que haber mucha sabiduría en un partido que puede contar con muchos aliados potenciales, a los que conviene buscar y movilizar, según un proyecto de justicia social y de freno al neofascismo y a la thymocracia. Por ejemplo, la manera como han tratado al sector cultural me parece completamente objetable. Las nuevas políticas para el sector científico podían haberse manejado de manera mucho mejor.

JZ: Pero no olvide que así como hubo una cooptación de las instituciones del Estado por una élite, también es posible que haya habido cooptación de instituciones como el CONACYT, por ejemplo. Los criterios mediante los cuales se evalúa el desempeño de los investigadores, ya se trate de las humanidades o de ciencias como la biología o la química, tienden a reforzar las hegemonías imperantes.

JL: Es posible que los criterios de evaluación a los que se hallan sometidos los investigadores solo le resulten adecuados al sector científico “duro”. También sabemos que se requerían grandes cambios en ese sector. No objeto ese impulso transformador, sino la manera de ponerlo en marcha. Es claro que la oposición también cunde en las instancias de actividad científica, pero también lo es que se trata de gente inteligente con la que convendría procurar acuerdos. Pienso que hay que abrirse al diálogo en serio. Lo que está en juego es demasiado importante. No ganamos nada con encastillarnos. En ocasiones, debemos tragar sapos en aras del bien común, del interés nacional, de un proyecto político amplio que sea un suelo en el que quepamos todos. Claro, esto suena muy idílico, pero como horizonte de actuación, me parece irrenunciable. Morena y la 4T tienen que hacer ese tipo de ejercicio y esfuerzo porque la actual oposición no lo va a hacer. Y no niego que haya gente valiosa en la oposición, pero se ve que el aire enrarecido de la polarización y lo acuciante de sus intereses, los ha enceguecido. Además, la gente de sensibilidad antifascista es la que debe llevar la pauta. Y la pauta del bien es la unión nacional, la prudencia, la cohesión de la comunidad, etcétera. ¿Qué suena idílico? Sí, pero como horizonte de actuación es el que debemos asumir. ¿Acaso  vamos a asumir como horizonte de actuación la guerra, el enfrentamiento? De ninguna manera.

JZ:. Antes de terminar esta amplia plática, una última pregunta, acerca del tema de la formación política. Es un asunto que sí aborda en su artículo, así como el de la Guía ética, aunque lo hace demasiado rápido. ¿Qué nos dice acerca de la formación política desde lo ético, a la luz de los fenómenos sobre los cuales nos ha advertido? Nos ha hablado de riesgos tales como la polarización o la excesiva dependencia del partido respecto de sus liderazgos y, ante ellos, deberíamos prevenirnos mediante la formación ética de la militancia.

JL: Primero, debo aclarar que no pretendo dictar pautas de acción a Morena ni a ningún otro partido. Dado que no milito, sería impropia una pretensión así. Pero me parece muy meritorio que un partido se abra a un diálogo como el que estamos sosteniendo ahora, donde se escucha a alguien que no integra sus filas y que, además, tiene diferencias con él. Ojalá sea una práctica frecuente, porque así se enfrentan mejor las amenazas que he señalado aquí, junto con otra que abordo en mi artículo: la decadencia –no solo crisis– en el terreno del éthos y la cultura; en el ámbito de las humanidades y de una política justa. En este momento, nos encontramos con que ni las religiones ni la escuela ni la familia ni los partidos ni ninguna institución pública o privada, se preocupa seriamente por establecer un suelo ético común, capaz de beneficiarnos a todos, sin distinción de banderías ni de género ni de razas ni de clase…. La debacle ética que azota al mundo, no solo a México, es de una gravedad inmensa. Y junto a eso está el desastre cultural y educativo. Así que, si un partido asume la tarea de enfrentar esa degradación, me parece altamente positivo. Y ojalá eso contribuya a la formación humana, no solo de líderes; a una formación que se socialice, que repercuta en las instituciones y en la vida cotidiana, laboral, en el campo, en todas partes… Celebro que un partido contribuya a eso,

Repito: no es mi intención dictar pautas de acción, pero convendría que Morena piense en una formación que vaya más allá de los liderazgos pragmáticos, en una formación profunda en el plano del éthos y en el de la cultura. Ojalá ustedes lo logren. Desde mi posición de aliado potencial de esa causa, lo que me queda es hacer votos por que tengan la mejor suerte.

JZ: Muchas gracias por la plática y por lo que nos ha expuesto, profesor Josu.

JL: Igual para ti, Jorge: muchas gracias.

* Josu Landa (Caracas, 1953). Doctor en Filosofía por la UNAM. Reside en México desde 1982. Su libro más reciente es Teoría del caníbal exquisito (2019).

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