El uso público de la filosofía, a propósito de la reforma que incluye la filosofía para niñas y niños en la educación
Estamos en una situación en la cual cada uno de nuestros movimientos lo debemos pensar más de dos veces, literal. También las acciones colectivas deben estar responsablemente diseñadas y apegadas a la información objetiva. Estamos en una situación de jaque al rey, para hacer alusión a la frase empleada por Enrique Dussel (La Jornada, 04/04/2020).
Está claro que nuestra cotidianidad habrá cambiado después de esta etapa de contingencia y pandemia. La forma de relacionarnos con nosotros mismos y con la naturaleza ya no podrá ser idéntica. Las relaciones intersubjetivas deberán tornarse hacia la solidaridad y la cooperación colectiva, si es que queremos librar el jaque en el cual nos hemos colocado.
Los cambios que se esperan deberán venir no sólo por la acción de todos nosotros sino también por la vía del marco institucional de los Estados nacionales y de la comunidad internacional. Quien no querrá acostumbrarse a los nuevos tiempos será el capital, pero no le quedará otra que transformarse hacia una forma en la que reduzca sus excesos obscenos y se administre mejor. Esto tan sólo como una medida reactiva, pues el capitalismo sigue sin ser solución alguna al problema de la sobrevivencia del ser humano y la naturaleza.
El tránsito hacia nuevas prácticas se hace así un imperativo ético para la comunidad y para las instituciones y aun cuando él tenga un valor moral, ha traspasado el acto del deber siendo ahora ya un asunto de un tener que. No es que debamos transitar a nuevas formas de relacionarnos entre nosotros y nosotras con la naturaleza, sino tenemos que hacerlo, de forma inmediata, por un asunto de sobrevivencia. El acto deóntico se ha suspendido para dar paso a un juicio de hecho: o transitamos a nuevas prácticas y relaciones o morimos en el intento.
La institución educativa tiene en esta historia un peso importante. Los sistemas educativos tendrán que reconstruirse, comenzando por el contenido que ellas pueden ofrecer a los niños, niñas y jóvenes, y continuando por los métodos pedagógicos practicados en las escuelas. Si la educación previa a la etapa de esta nueva pandemia alentaba prácticas individualistas del aprendizaje y la formación de las habilidades competitivas, la educación que surja luego de la reflexión que debemos hacer, deberá optar por fomentar y profundizar prácticas intersubjetivas que fomenten la solidaridad y la responsabilidad entre nosotros mismos y con la naturaleza y orientadas a un proceso de reconstitución de la comunidad.
En esta dirección la formación sobre los diferentes asuntos vinculados a la filosofía, tales como el ejercicio del pensamiento crítico, la moral, la estética, la argumentación, la política, desde una perspectiva de la cotidianidad puede ofrecer numerosas ventajas para la formación de la comunidad política que exige el siglo XXI.
La filosofía, antes de ser una ciencia o una disciplina profesional, es una práctica que surge como acto de preguntarse por el sentido de nuestra existencia en el mundo, de nuestras circunstancias, de cuestionarse por el sentido de aquello que rodea al ser humano, de cómo nos relacionamos con los otros y la naturaleza. La filosofía es una forma específica de reflexionar, preguntar y cuestionar, y de interceder en el mundo.
Esta es la mirada que en gran medida se lleva a cabo en la propuesta de filosofía para niños y niñas. Ésta es una área de formación que ofrece desde los primeros años de edad las herramientas reflexivas para que los niños y niñas indaguen sobre su situación en el mundo.
La filosofía para niñas y niños es entendida, en esta perspectiva, como una área formativa práctica, pues no se trata de entender en este contexto a la filosofía como un campo disciplinario en donde el estudio riguroso de las escuelas de pensamiento sea lo crucial. Por el contrario, se le entiende como una práctica y, más aun, como un juego que también puede lograrse por medio de la literatura.
En México, por su parte, se han hecho esfuerzos importantes y relevantes en la dirección que estamos indicando, producto de la reforma educativa del 2019.
Un primer avance a destacar de la reforma del año pasado al artículo 3° constitucional es la inclusión de la enseñanza de la filosofía como parte de una orientación integral y con perspectiva de género de los planes y programas de estudio junto con la enseñanza de las lenguas indígenas, las artes, los estilos de vida saludables, la educación sexual y el cuidado del medio ambiente, entre otras.
Este esfuerzo se fortaleció posteriormente con lo estipulado en la Ley General de Educación (LGE): “el Estado, a través de la nueva escuela mexicana, […] tendrá como objetivos el desarrollo humano integral del educando, reorientar el Sistema Educativo Nacional, incidir en la cultura educativa mediante la corresponsabilidad e impulsar transformaciones sociales dentro de la escuela y en la comunidad” (art. 11°).
Y retomando la idea del desarrollo integral del ser humano, la LGE en su artículo 12° indica, entre otros, los siguientes aspectos específicos: contribuir a la formación del pensamiento crítico, a la transformación y al crecimiento solidario de la sociedad, el diálogo entre las humanidades, las artes, la ciencia, la tecnología y la innovación como factor de la transformación social, el fortalecimiento del tejido social, la protección de la naturaleza, el fomento de la justa distribución del ingreso, combatir las causas de discriminación y violencia, especialmente la que se ejerce contra la niñez y las mujeres, alentar las relaciones sociales, económicas y culturales con base en el respeto de los derechos humanos.
Ahora bien, cabe preguntar: ¿no son estas prácticas las que necesitamos en estos tiempos para establecer nuevas relaciones sociales entre nosotros y nosotras con la naturaleza? ¿No es acaso las relaciones negativas de la violencia y la desigualdad las que debemos erradicar para pensarnos como una sociedad más justa?
Frente a estos cuestionamientos cabe también preguntar cómo se propone la SEP formar esas prácticas, toda vez que ella es la autoridad central educativa en México. Habrá muchas respuestas a esta última interrogante, pero una de ellas tendrá que pasar por la relevancia de la enseñanza de la filosofía que ya está estipulada en el artículo tercero constitucional vigente.
En el caso de la educación básica la filosofía para niñas, niños y jóvenes puede enseñar las habilidades, las prácticas, los conocimientos necesarios para alcanzar los objetivos de la formación integral expresada en la legislación educativa. Con esta enseñanza se le puede brindar a los niños, niñas y jóvenes un espacio en el cual a través del juego, de la literatura, del diálogo y de la cooperación puedan reflexionar y entender, por ejemplo, los principios de una vida ética, justa, equitativa en armonía con la naturaleza.
Lo que hizo la última reforma educativa fue acercar la enseñanza y el aprendizaje de la filosofía a las escuelas mexicanas como parte de una educación integral. La filosofía es para todos y todas, y el Congreso a través de la reforma lo hizo posible.
La SEP, como autoridad educativa federal, deberá instrumentalizar lo que está constituido. Sobre aquello que tiene que ver con la enseñanza de la filosofía tiene dos vías: irse por la libre o elaborar lineamientos y propuestas pedagógicas con el apoyo de la comunidad filosófica. Aunque también, hay que decirlo, se necesita aprovechar el momento para eludir una filosofía excluyente de las formas de reflexión filosófica que se ha desarrollado desde otros lugares de enunciación, desde otros loci epistémicos.
Seguir afirmando hoy en día, en pleno pandémico 2021, que la filosofía surgió en Grecia y que de ahí vienen los más grandes filósofos clásicos, no sólo es históricamente insostenible (como diría Eduardo Galeano, pareciera entonces que los miembros de las grandes civilizaciones “precolombinas” de América Latina sólo se quedaban mirando entre sí), sino también excluyente y alienante de los otros modos del filosofar en las culturas de la Mesopotamia, en China, en los pueblos originarios de América Latina, en África.
Aun cuando en las escuelas y en los bachilleratos se siga hablando del mal llamado “milagro griego”, la situación actual con la inclusión de la filosofía desde la educación primaria debe romper necesariamente con el convencionalismo existente en la filosofía, afirmativa de un helenocentrismo y eurocentrismo, sin excluir, ciertamente y a la vez, los aportes que los clásicos griegos y europeos, y de otras latitudes, pueden ofrecer para el buen vivir, para el ejercicio crítico del pensamiento crítico, para la apreciación de lo bello, etc.
Lo anterior debe entenderse, además, en un momento en el cual los diferentes actores educativos, incluida la SEP, están aún en el proceso de construcción de la Nueva Escuela Mexicana y ante lo cual debe dar respuesta a lo establecido en el artículo 3° constitucional.
La enseñanza de la filosofía en la educación básica debe entenderse como la pedagogía de una habilidad que no está reservada de ningún modo a ciertos núcleos académicos reducidos, sino que está al alcance de toda la sociedad y que por lo mismo todos y todas pueden hacer un uso público (informado y educado) de la filosofía en su cotidianidad para la formación de una comunidad más ética, crítica y participativa.
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